Etéreo Se hacían ya las tres de la noche, el dj había puesto una música más ochentera para descontracturar de tanta cumbia. Entre pequeñas flexiones y movimientos de hombros Tony disfrutaba sacando a bailar una chica rubia de ojos claros, Andrea, amiga de él y de Gabi, su mejor amigo. Tony alzó la mano de Andre y la hizo girar como una princesa dentro de una caja sonidista desde la punta de sus dedos, al volverse a él de nuevo, se atraían y se alejaban con las manos aferradas el uno del otro, ida y vuelta. Cuando de repente el ambiente se corta por un cambio repentino en el rostro de ella. -Eh, Tony, ¿Dónde va Gabi? Éste giró su cabeza, observó por encima de su hombro la silueta de Gabi dirigiéndose a la salida. -Ha estado raro últimamente – Expreso manteniendo su mirada en él, soltó un bufido de frustración, últimamente Gabriel no era el mismo, y todos en la escuela se daban cuenta, aunque hacían caso omiso de eso. –Cada vez está peor. -Tony… Tony llevó su cabeza nueva
Espectador, o espectadora, te encuentras en un asiento de un bar, una noche despues de año nuevo. Una persona tapada con un gran saco y un extraño sombrero fedora, ambos de color negro, se coloca a tu lado y saca su sombrero, notas que su rostro te suena muy familiar al verle. Antes de abrir la conversación se sienta a tu lado - Eh, ¿Qué tal? - Comienza la conversación con una calida sonrisa y un ladeo de cabeza tierno. Hay algo que no te cuadra, pero le dejas pasar, pues esa persona te resulta agradable, especial. Crees haber visto esa persona alguna vez. Esa persona, al tú no responderle, cruza las piernas una encima de la otra y cabia su rostro feliz a uno de preocupación. Te das cuenta que está mirando detenidamente tus heridas. Tanto las superficiales como aquellas internas dentro de tu corazon, dentro de tu mente. -¿Fue dificil el año, eh? - Aquella persona alza la mano al cantinero y te invita tu trago favorito, tu accedes, el cantinero te lo trae enn tu vaso favorito, ese que
Arnaud de La Huerta Un estruendoso sonido de la puerta partiéndose junto con la cerradura suena al otro lado -¡Arrrrrrnaud! ¡Estoy en casa! – Grita agitando la cabeza mientras alarga su presentación como un coro de opera, lleva de carga en su hombro un bate de baseball. Todos dentro de la casa, incluido Arnaud, sabían que él vendría a buscarlo. Ahora solo quedaba él y su depredador, un hombre alto, flacucho de nariz aguilada y arremangada, con unas arrugas y pálidez blandiendo su rostro. Su pelo era largo, negro y desprolijo. Sus ojos celestes de lobo eran acompañados con un corte en la mitad de una de sus cejas, que se extendía entre medio de su mejilla hasta la comisura de su boca, la cual esbozaría una sonrisa de dientes chuecos, junto con una risa pausada, que pronto aumentaría su volumen a medida que se metía dentro de esta casa. -¡Veo que has leído mi carta querido! – Expresaba mientras caminaba a saltitos apurados de habitación a habitación, primero revisando la cocina
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